11 Frases tóxicas que NO deberíamos decir a los niños

Posted by: Anita Dinamita

julio 15th, 2022 >> .PSICOLOGIA, Familia, Hijos - Crecimiento y Desarrollo |

Cuando queremos que los niños nos hagan caso o cambien de comportamiento, los adultos a veces utilizamos un lenguaje muy poco apropiado, con falta de respeto.

No nos damos cuenta, pero el lenguaje tiene mucha más importancia y más peso de lo que pensamos. La forma en que nos dirigimos a las otras personas, el tono y las palabras que usamos afectan la manera de relacionarnos y cómo nos percibe el resto. Y con los niños pasa lo mismo.

En nuestra comunicación con los niños conviene evitar las frases nocivas.

¿Cuáles son estas frases que debemos evitar?

¿Qué expresiones hacen más daño que bien e implican una falta de respeto o de confianza hacia la criatura? Repasemos algunas frases que no deberíamos decir a los niños y que, desgraciadamente, son habituales en algunos hogares.

«Tu hermano lo hace mejor»

Las comparaciones nunca son buenas. «Cuando hacemos este tipo de afirmaciones estamos comparando, y suponemos que el otro niño lo hace mejor. Pasa con las notas, el rendimiento escolar, pero también con las extraescolares, el deporte … En vez de permitir que el niño disfrute lo comparamos con otro, e incidimos en el error. Incidimos en las debilidades y no en las fortalezas, y eso afecta la autoestima, nos explica Óscar González, maestro y asesor en educación.

«Eres muy desordenado/ muy despistado»




«Si ponemos etiquetas a los niños podemos tener consecuencias negativas, porque cuesta mucho sacarlas. En el momento en que una persona tiene una etiqueta, es como aquella frase de ‘crea fama y ya puedes dormir'», explica Soler. «Cuando ponemos una etiqueta a una persona (a un niño), tiende a comportarse de acuerdo al adjetivo, por eso acaba teniendo un desarrollo limitado, porque no tiene la libertad para comportarse como quiere, sino de acuerdo con la etiqueta que tiene», explicaba el psicólogo Alberto Soler.

​»Eres muy desordenada!», «Eres muy dejado!», «Eres un despistado!» Son frases que padres y madres dicen habitualmente, pero que no hacen ningún bien. «En un adjetivo resume la conducta del niño, y realmente no es así. Puede tener la habitación desordenada, o en un momento fallar en los estudios … Pero las etiquetas son muy fáciles de poner y muy difíciles de eliminar, se arrastran de por vida», según González. «Es típico decir» es muy nervioso», para decir que se mueve mucho. Y es que es un niño. Pocas veces ponemos etiquetas positivas».

«Eres una niña, no juegues tanto a fútbol»

Las etiquetas negativas, según Alberto Soler, «son las que hacen referencia al género, diferenciando niños y niñas, porque acaban condicionando mucho el desarrollo, y hace que los niños acaben teniendo tendencia a comportarse según el estereotipo de cómo debe ser un niño y cómo debe ser una niña. Esto tiene consecuencias muy negativas y preocupantes, contra la igualdad de oportunidades».

«¡Lo haces porque lo digo yo!»

Padres y madres buscamos la obediencia porque sí, y nos sale a veces aquella frase que tanto oímos de nuestros propios progenitores. «Esto lo haces porque lo digo yo!». Es la autoridad mal entendida. «En vez de buscar la obediencia, debemos buscar la cooperación, las personas que vivimos en una misma casa tenemos unas responsabilidades y obligaciones compartidas. Y más que buscar la obediencia debemos buscar la cooperación. El problema es que hemos acabado poniendo la obediencia en un lugar demasiado privilegiado dentro de lo que es la educación. Debemos educar más en el pensamiento crítico, que en la obediencia», según Alberto Soler.



«No llores»

Se entristecen o caen por la calle, se ponen a llorar, y les decimos que no lloren. «No llores, va, sé valiente». ¿Qué mensaje estamos dando? ¿No se pueden expresar las emociones? ¿Por qué no se puede llorar? «Los niños y niñas tienen todo el derecho del mundo a llorar, a expresar que se sienten mal y a sacar todo eso que llevan dentro. Pretendemos que la emoción cambie solo para decir que no lloren, y eso es imposible. Si reprimimos la emoción, el niño interpreta que llorar está mal. Y esto no es así. Por eso muchos adultos hoy en día no nos permitimos sacar lo que llevamos dentro, porque nuestros padres no tenían la información emocional que tenemos hoy», explica Óscar González.

«¡No te querré!»

En la puerta de la escuela, una niña de cuatro años llora porque no se quiere despegar del brazo del padre. «Si haces estas rabietas, no te querré», le suelta el adulto. La estima del progenitor se condiciona a un comportamiento. «Cuando se nos escapa el control, le hacemos a la criatura un chantaje emocional cuando decimos esta frase. Establecemos un amor condicional», dice González. Por el contrario, «deberíamos querer a nuestros hijos por lo que son, y no por lo que hacen. Y aquí es donde debemos trabajar nosotros mismos».

«¡Pareces tonto!»

«Estás sordo?», «Pareces tonto»… Son frases que salen cuando, con el piloto automático puesto, la criatura no nos está haciendo caso. «Quizás le hemos levantado la voz, y el grito provoca que los niños no nos escuchen, y como no nos escuchan, les decimos si están sordos, y tenemos que gritar más. Nos perdemos y entramos en un círculo: digo algo, no me hacen caso, grito más … «, explica González. «El niño, al final, se cree que es sordo, o que es tonto, si se lo repetimos. Es otra etiqueta».

«Si no haces los deberes no sales a jugar»

«Si no haces los deberes, no puedes salir a jugar», «si no estudias no sales sábado con los amigos», «si no te portas bien, no te dejo mirar la tele». Son frases habituales de progenitores a hijos e hijas, castigos o amenazas para establecer unas normas y un modo y tiempo para hacer las cosas.

​»La diferencia entre los castigos y las consecuencias es que los primeros son impuestos, mientras que las consecuencias no. Si decimos que «ponemos consecuencias» también castigamos, porque en realidad para que lo sean deben ser naturales, causa-efecto de lo que el niño ha hecho». Para González, «con el castigo, cuando es algo habitual -como los gritos- no es efectivo, porque cada vez tienes que subir más la gravedad o la proporción».

«¿Tienes novia/novio?»

«¿Qué? Tienes novio?», Pregunta la tía a la pequeña. ¿Qué significa en realidad? «Es un mensaje confuso, es enviar el mensaje al niño que se espera que tenga novio o novia, cuando la realidad es que los niños no tienen pareja, porque no forma parte de la infancia. Pueden jugar, pero no forma parte de esta etapa. Si preguntas has hecho los deberes? ‘, está claro que los tiene que hacer. Si preguntas ‘tienes novio?’, estás dando a entender que debería tener. Y en realidad, no esperamos que tengan», comenta Román Pérez, psicoterapeuta infantil y miembro del Grupo de Trabajo de Psicoanálisis con Niños del Col·legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya.

​El adulto que hace la pregunta cree que le está haciendo un favor a la criatura, porque le está dando un trato privilegiado, como un igual. Pero «hacer esta pregunta es ignorar cuáles son las características de la infancia», explica Pérez.

«Da un beso / da un abrazo»

Obligar una criatura pequeña a un abrazo o un beso a una persona adulta no es una buena idea. Les decimos que no deben hacer caso de lo que les pidan los desconocidos, pero por otro lado queremos que demuestren afecto a personas con las que tal vez no tienen vínculo estrecho, o no les apetece en ese momento. Estamos dando un mensaje confuso. «No debemos obligar a los niños a tener un contacto físico, cuando no hay un contacto o una proximidad emocional. Los niños pequeños hacen besos y abrazos con quienes tienen un vínculo», comenta María Luisa Ferrerós, psicóloga sistémica especialista en familias, niños y adolescentes. «No podemos obligar a dar abrazos o besos, no le damos iniciativa personal ni el espacio que el niño necesita», dice González.

¡»Déjale ese juguete»!

Estamos en casa o en el parque jugando con otros niños, algún otro niño pide un juguete, y nuestro hijo o hija no se lo quiere dejar. «Déjaselo!», le pedimos. Puede que no sea esta la reacción que debemos tener. «Un niño no es más o menos egoísta porque no quiere dejar un juguete. Para la criatura el coche o la muñeca es su bien más preciado. ¡Los adultos tampoco lo compartimos todo! Hay niños que comparten y luego son egoístas, no tiene nada que ver», según González.

Share
This entry was posted on viernes, julio 15th, 2022 at 7:37 and is filed under .PSICOLOGIA, Familia, Hijos - Crecimiento y Desarrollo. You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.

Leave a Reply

XHTML: You can use these tags: <a href="" title=""> <abbr title=""> <acronym title=""> <b> <blockquote cite=""> <cite> <code> <del datetime=""> <em> <i> <q cite=""> <strike> <strong>